lunes, 10 de febrero de 2014

POEMAS DE CASTILLOS

Los castillos

(María Elena Walsh)
Los castillos se quedaron solos,
sin princesas ni caballeros.
Solos a la orilla de un río,
vestidos de musgo y silencio.

A las altas ventanas suben
los pájaros muertos de miedo.
Espían salones vacíos,
abandonados terciopelos.

Ciegas sueñan las armaduras
el más inútil de los sueños.
Reposan de largas batallas,
se miran en libros de cuentos.

Los dragones y las alimañas
no los defendieron del tiempo.
Los castillos están solos,
tristes de sombras y misterio.


Nuestros amigos italianos también recitaron el mismo poema. ¡Les ha quedado muy chulo!


LA PRINCESA DE ESTE CUENTO

DOÑA INÉS SE HA DE LLAMAR.

VIVE CASI SIEMPRE SOLA

EN UN CASTILLO MEDIEVAL.

UN CASTILLO, UN CASTILLO,

UN CASTILLO MEDIEVAL.

ENTRE ALMENAS, SAETERAS




ASPILLERAS Y MURALLAS,


DÍA A DÍA, EL BUFÓN


ALEGRA SU CORAZÓN.

PERO UN DÍA SU FIEL PAJE

LE ANUNCIA UNA VISITA

DE UN VALIENTE CABALLERO



QUE LA QUIERE CONOCER.
 

UN CASTILLO, UN CASTILLO,

UN CASTILLO MEDIEVAL.

PASEANDO POR LA TORRE,

PRONTO SE HICIERON AMIGOS,

E INVITARON A UNA FIESTA

A TODOS SUS CONOCIDOS.

TRAS LA MÚSICA Y EL BAILE,

TODO EL MUNDO ESTÁ CANSADO.

EL CASTILLO SE HA DORMIDO

Y ESTE CUENTO SE HA ACABADO.

(F. FERNÁNDEZ PICOS)






SONATINA DE RUBÉN DARÍO




La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».